lunes, 18 de junio de 2012

Agresividad Natural!

       Beto cuidaba la chacra de su abuelo; recorría sigiloso los surcos, agazapado en el maizal; buscando por fin vengarse de las cotorras que a diario destruían las mazorcas. Nunca podía cazarlas; las cotorras eran mas astutas, mas preparadas y capaces de aterrizar, picotear y escapar. Eran muy organizadas y comunicativas,  parecían olfatear lo bodoques de arcilla en la honda de Beto, apretujados en la bodoquera de cuero sudoroso .  Rara vez lograba hacer un disparo, un disparo incómodo, ascendente, ruidoso y perceptible. Las cotorras volaban antes de que algún disparo las impacte. Beto no se rendía.  
       Un día, mientras su abuelo dormía una breve siesta, Beto decidió cambiar de arma y tomó la carabina 22 de su padre. Sobre un vacío tambor de chapa colocó un neumático en desuso. Se subió sobre ambos y se apostó en vigilancia recostado sobre un horcóny apuntando hacia la chacra .  Las cotorras, esta vez,  no lo escucharían venír; pero, habría que tener mucha puntería para cobrar venganza desde aquella distancia.
       Mientras Beto ensaya el uso de la mira y estimaba probabilidades oyó un ruido extraño que provenía del maizal. eran como gruñidos calmos, de alguna fiera que no sonaba enojada, sino por el contrario, gruñía felíz! Tambíén podía oir los chasquidos de la caña de maíz quebrándose y royéndose, al parecer bajo presión de fuertes dientes, ...molares. Direccionó su mirada hacia el foco sonoro, "crack crack crack" seguía sonando la caña del maíz.
       Beto admiraba a su abuelo, tanto que cuidaba ferreamente su chacra mientras el dormía. No podría permitir que alguna bestia despedace el trabajo de su abuelo; esta vez, estaba frente a una amenaza menos ligera, de mayor tamaño que las cotorras y tenía en sus manos el invento que le permitiría neutralizarla.  Pronto, vió a las plantas moverse cerca de la periferia del cultivo. No habría vuelta atrás, todos los pensamientos dirigían a Beto hacia el acto de la neutralización del enemigo de la chacra del abuelo; del enemigo del maíz, fruto de su trabajo; del alimento del hogar.
       Decidió acercase mas, bajose del tambor y trotó encorvado con la carabina entre sus brazos. Al llegar a un matorral se detuvo; estaba muy nervioso, defender el maizal no era sensillo. Sentía calor, le ardían los pómulos, el sudor humedecía su ropa y el corazón le latía rapidamente. Podría detenerse, pero no se lo permitíría a sí mismo. Había que defender el maíz del abuelo.  
       Estiró el cuello,  un poco hacia arriba y aguidizó la mirada, allí pudo verlos, una cerda salvaje con sus crías,...comiendo el maíz. Acomodó la posición de sus piernas, levantó el arma y cargó la recámara, quitó el seguro y apuntó,... luego de unos segundos,...paf! sonó la carabina y los cerdos chillando se desparramaron a las corridas. El primer disparo falló. A los pocos metros, los cerdos se reagruparon siguiendo la marcha hacia una dirección, casi en fila. Beto apuntó de nuevo, mas adelante del cuerpo, en la mira y sin demorar otro paf! se oyó. Esta vez no hubo un disparo fallido. Esta vez había un animal herido en la panza.  Nuevamente  los animales chillaron, huyeron; pero el animal herido quedó atras en la huida. Beto se incorporó a la busqueda de la presa, fué tras ella; pero los animales pronto entraron al monte. Entre arbustos, garabatos, vinales y caraguataes solo podía oir los gruñidos y chillidos de los animales. La bestia herida pronto dejaría de caminar. Beto seguía sus pasos, sus chillidos, sus gemidos. Derrepente, en un pequeño claro, halló a la cría herida, agitada, tendida; la miró y decidió tomárla, pero cuando el animal; casi inmóvil, notó que no estaba solo, utilizando sus ultimos alientos, chilló muy muy fuerte y Beto se asustó, retrocedió y pudo comprender que esos chillidos eran los llamdos de la cría a su brava madre. Beto se sentó en el monte oyendo a la distancia otros chillidos y el ruido de la hierba tiesa, atropellada, pisoteada retorcerse. Los chillidos de la madre desesperada, sonaban cada vez mas cerca,  la crìa tampoco se callaba.
       Beto se aferró a la carabina, apuntó al lugar donde provenía el sonido y unos segundos después vió a la madre enfurecida, salvaje, velóz y decidida. La situación acabaría pronto cuando apretase el gatillo,...uno, dos, tres segundos y el dedo índice de la mano derecha de Beto se contrajo,...ph!..se contrajo de nuevo,...ph! y otra vez, varias veces mas ph!ph!ph! no salió ningún disparo!!! retrajo el cerrojo y allí la vió,...el casquillo del segundo disparo en la chacra quedó atascado, y en fracciones de segundos, supo que debia correr!...Beto se levantó como pudo casi de un salto, girando sobre si mismo y huyó de la posición tan rápido como nunca jamás había corrido y ahora estaba corriendo rapidamente con la madre cerda, salvaje y brutal tras de sí y con dos enormes colmillos afilados.
       El animal se le aproximó rapidamente y Beto buscó con la mirada y movimientos de cabeza, un arbusto o un árbol con una rama fuerte y alta por la cual prenderse y subirse al pasar y de un velóz y desesperdado salto; pero no hubo rama alguna, todas fueron muy bajas y débiles en el monte achaparrado,...¡corre Beto no te canses ahora! de decía mientras la bestia agresiva se aproximaba tras la carne musculosa de su jóven pierna preadolescente que daba saltos cada vez mas largos entre el caraguatá cuyas espinas frenaban apenas al prenderse por algódón tejido de la bombacha campera, pero no lograron detenerlo.
       De pronto, directo delante de Beto a uno 15 metros, divisó lo que pareció un tronco fino, largo, ideal para garrote! y Beto pensó, "es lo unico que tengo para defenderme pero el animal está tan cerca que no tendré tiempo detenerme, agacharme y tomarlo para acomodarme y asestar un golpe decisivo" en una fracción de segundos recordó cómo jugando al futbol se lanzó al suelo arrastrándose para salvar una pelota difícil y sí, se dijo; "esa es la estrategia" y como decía el abuelo "sobre el pucho la mascada" ni bien lo pensó lo ejecutó y allí fúe Beto, en el tramo final de su carrerra, se dejó arrastrar por la inercia cayéndose sobre el suelo hacia un costado del tronco girando el torso y acomodándolo para batir un fuerte golpe ni bien sus puños desesperados puedan tomarlo. Se arrastraron sus piernas y la tela sobre el suelo formoseño. El tronco varonil erguido y fuerte sobre a no mas de medio metro, justo al nivel de los dientes afilados del furioso y despechado animal . Beto oyó a su rival, su verdugo; sabe que no hay oportunidad para un segundo golpe, el primero debe ser único, preciso en tiempo y lugar. medio segundo mas tarde sería violenta y sangrientamente mortal. Al oirlo casi por última vez, supo instantánemente la ubicación y la distancia de la fiera. La furia de ésta lo asustó, sus gruñidos asustarían a cualquiera,  Beto estaba en monte solo, sin arma y su abuelo durmiendo a cientos de metros. La bestia no le daría una segunda oportunidad y Beto debía aprovecharla. Vió sus manos una a cada lado del tronco y su cuerpo todavía desplazandose en el suelo. Sus diez dedos abiertos se cerraron con fuerza y decisión sobre el tronco. Su torso giró para el golpe y craaashhh sus puños se cerraron sobre cáscaras de lo que alguna vez fué un tronco. Sólo quedaron las cáscaras, pues las termitas habían deborado su interior. Las termitas dejaron las cascaras para protegerse del sol que no toleran. Solo cáscaras en sus manos; no habría golpe de ninguna manera, no habría tronco, garrote, arma contundente; era el final, no había mas salida.
       Beto había baleado mortalmente a la cria de la cerda y ésta estaba ahora furiosa acechándolo  a sus espaldas y su cuerpo inerme sobre cháchara de garrote y arcilla. Ya estaba sentenciado; ya era el final,  nada ni nadie lo ayudaría, nadie quitaría de allí al animal. Huir ya no era alternativa, entonces miró por última vez a la fiera a escasísimos metros de su cuerpo y se dispuso a luchar; entonces, instántaneamente Beto tomó aire, llenó sus pulmones, abrió sus brazos y manos y de un salto en una fracción de segundo infinitesimal, antes de que la bestia lo atraviese con sus grandes colmillos que a esa instnacia ya se asemejaban a las guampas de un toro, entonces  lanzó el mas fuerte y desgarrador grito como jamás lo hiciera y con una agresividad que ni él se conocía:  GGGUUUUUUAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!!!!!!!!  Increiblemente, la fiera ahora era Beto y la cerda salvaje, invadida en pavor por tal grito descomunal, huyo por el monte tan rápido como vino.  Así llegamos a comprender que tanto la cerda al defender su cría, como Beto al defender su vida fueron cautivos de la agresividad natural. Una forma natural de agresividad que ha permitido a las especies y especialmente al hombre sobrevir. Es muy diferente a la violencia que suele ser patológica o intencional. En éste caso es un acto casi reflejo, instintivo y se denomina "agresividad natural".

http://www.youtube.com/watch?v=z31ampbNogA&feature=related